Por. José Gregorio Torres
Cuantas bienvenidas sin festejos y despedidas sin emociones, pero cuantos agradecimientos por sus servicios, aunque se empeñen en privar de las emociones que generan años de convivencia, nada puede privar de expresar el afecto que reviste, el recibir no solo atenciones sino más allá, haber compartido con ellos parte de sus vidas, sus conocimientos y en algunos casos, sus historias.
Hay que reconocer que nos une por creación o por evolución, sea cual sea la circunstancias, no solo ideologías similares, sino historias parentalmente unidas a pesar de la distancia de nuestros pueblo, he allí que adquiere más valor el agradecimiento, pues han dejado atrás muchas luchas, grandes ideales pero lo más importante, sus familias. Y aunque ellos abrazan por propia voluntad o por otras causas ideales convicciones diferentes, no son estos limitantes para establecer el profundo vinculo humano de la sociabilidad.
No se puede arrancar del ser humano algo que va intrínseco en sus genes, su corazón, la sangre, lo más profundo de la sensibilidad humana. No se puede ejercer tan noble profesión, sin que haya de por medio la clara convicción del ser benévolo, porque salvar vidas no es tarea sencilla, hacer el bien no es una condición que se aprende como algo trivial, ser humano no es conducta que dependa del hombre.
Más allá de ideales, condiciones circunstanciales, está la más importante, el amor por el prójimo. Durante más de veinte años, la Misión de Martí, han venido al Valle de Carache y con ellos su cultura, costumbres, tradiciones, profunda entrega al servicio de la salud. Aquí han sido bienvenidos, han formado vínculos más allá de sus condiciones ideológicas, pero nada los ha limitado para ganarse el ya reconocido afecto y cariño de los moradores del valle de San Juan Bautista, amantes de la libertad.
Cuántos de ellos en dos decenios han venido y se han marchado, pero se han llevado el agradecimiento, costumbres, tradiciones, en este ir y venir de rostros nuevos, solo queremos asumir que se han llevado un pedazo de nuestro querido terruño, y que tengan la seguridad, que en nosotros queda también como intercambio y agradecimiento, sus historias, sus costumbre y sus tradiciones.
En tal sentido, nada en el tiempo perece, menos cuando en esos acontecimientos, está de por medio lo más importante del ser humano, el servicio desinteresado, sentido de solidaridad con el cual se unen los pueblos de Bolívar y Martí. En este nuevo fin de la misión, vaya nuestro agradecimiento a quienes en nombre de la hermana isla, han tenido la responsabilidad de traernos salud, amistad, cultura. Hasta luego hermanos cubanos. KI-KUI-KA (SOMOS HERMANOS) Lenguaje Cuica.