Por. José Gregorio Torres
Artículo de opinión
El próximo 10 de diciembre se cumplen 64 años que la familia Quevedo Viloria, dejaron en herencia, por medio de la iglesia a los Caracheros, una extensión de terrenos en el caserío Miquimbay, esta donación fue hecha con las claras y precisas orientaciones que el mismo fuera utilizado para que estos se construyera una escuela de artes y oficios donde se pudiera desarrollar un conjunto de actividades patrocinados por la Iglesia con apoyo del Estado y particulares, así se entendió y se asumió cuando la Iglesia decidió traspasarla al Instituto Agrario Nacional mediante documento respectivo el cual, permite que el gobierno del entonces presidente de Estado Doctor Luis Lacorte ordena la construcción de la Escuela Granja Miquimbay.
Esta obra es culminada en el año 1977, bajo el mandato Presidencial del Doctor Rafael Caldera, pero para la mala suerte que, en este periodo estas Instituciones por decreto presidencial, son condenadas a su desaparición, medida que afecta sin duda, este hermosos y esperanzador proyecto comunitario. Es así como una inversión que pudo generar incalculables beneficios comenzó su trayectoria desde sus inicios de la democracia y durante sesenta y cuatro años aún no ha podido deslastrarse de la apatía de la decidía y del abandono por parte de todos los gobiernos que, no han tenido la más mínima pisca de imaginación más que, para darle la vuelta y sacarle beneficios particulares mientras una construcción de más de 400 metros cuadrados se convierten ante la vista de los caracheros en unas ruinas casi irrecuperables.
Por allí han pasado múltiples proyectos entre ellos el de una posible sede de la Guardia Nacional, entre otra como la sede de aldea de la Universidad Bolivariana, lo cierto es que, mientras esta ha sufrido permanentes desvalijos, la Escuela Granja Miquimbay al parecer le cayó, una especie de maldición extraña que, no permite a los gobernantes entender que esta estructura, pudiera ser la alternativa que permita convertir a Carache en referente en la producción de productos, subproductos y derivados de lo que este Municipio es capaz de producir, no solo en el agro, también en las diferentes expresiones y emprendimientos de nuestras comunidades.